Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

Santa Claus sí existe

* La inquietud de una pequeña niña

* Una bella historia de navidad

 

Llega el momento en que los niños se preguntan si existe realmente Santa Claus y en ocasiones esto sucede cuando son muy pequeños. A muchos padres les gustaría que el cuestionamiento se lo hicieran cuando fueran más grandes para que pudieran gozar de la sorpresa y los regalos que supone el personaje durante una etapa más larga de su niñez.

En el otoño de 1897, Virginia O’Hanlon todavía era pequeña cuando le planteó la inquietud a su papá, el doctor Philip O’Hanlon, consultor del Departamento de Policía de Nueva York y lo que éste aconsejó a su hija desencadenó lo que se convirtió en una bella historia de navidad.

El caso lo retomó Irving Wallace en uno de sus libros.

Muchos años después la misma Virginia relató los sucesos:

“Por supuesto que yo creía en Santa Claus, él nunca me había defraudado. Pero, cuando niños y niñas menos afortunados me dijeron que no existía Santa Claus,  yo dudé. Le pregunté a mi padre, y él fue un tanto evasivo en las respuestas.

"Era una costumbre en nuestra familia escribir a la columna de Preguntas y Respuestas de (el periódico) The Sun (El Sol), cuando surgía cualquier duda respecto de cómo pronunciar una palabra o se cuestionaba un hecho histórico. Mi padre decía siempre: ‘si lo dice The Sun, es así’, y esto definía la cuestión.

"Bien, voy a escribir a The Sun y averiguar la verdad", le dije a mi padre.

"El me respondió: ‘hazlo, Virginia. Estoy seguro que The Sun te dará la respuesta correcta, como lo hace siempre’.

Así que Virginia escribió a “The Sun”, siguiendo el consejo de su papá.

Su carta llegó a manos de un editorialista veterano, Francis P. Church.

Hijo de un sacerdote bautista, Church había sido reportero de The New York Times durante la guerra civil y había trabajado durante 20 años en The New York Sun, donde escribía los editoriales de manera anónima. Church tenía como lema personal: "Esfuérzate por limpiar tu mente de hipocresías". Cuando debían atacarse problemas controvertidos en la página editorial, especialmente los relacionados con teología, éstos eran asignados, generalmente, a Church.

Ahora se encontraba con la responsabilidad de responder una carta con un tema verdaderamente controvertido.

"¿Existe Santa Claus?", preguntaban los garabatos infantiles de la carta. De inmediato, Church supo que no podía evitar la pregunta. Debía contestar, y debía contestar honestamente. Por lo tanto, fue a su escritorio y comenzó a escribir a la pequeña, y lo que escribió llegaría a ser uno de los más memo­rables editoriales en la historia del periodismo.

Página editorial, New York Sun, 1897

Nos complacemos en contestar la carta que más abajo transcribimos, expresando, al mismo tiempo, nuestro reconocimiento por el hecho de que su autora se encuentre entre los amigos de The Sun:

“Estimado editorialista:

Tengo 8 años. Algunos de mis amigos dicen que Santa Claus no existe. Papá dice, ‘Si lo dice The Sun, es así’. Por favor, dígame la verdad, ¿existe Santa Claus?

Virginia O'Hanlon”

A lo que Church Respondió:

Virginia, tus pequeños amigos están equivocados. Les ha afectado el escepticismo de una era escéptica. No creen más que lo que ven. Creen que no puede existir nada que no sea captado por sus mentes pequeñas.

Todas las mentes, Virginia, sean de hombres o de niños, son pequeñas. En este gran universo nuestro, el hombre es simplemente un insecto, una hormiga en lo que a su intelecto se refiere, comparado con el mundo sin límites que lo rodea, comparado con la inteligencia capaz de abarcar la verdad y el conocimiento totales. Sí, Virginia, existe Santa Claus. Tan cierto que existe como existe el amor y la generosidad y la devoción, y tú sabes que éstos abundan y le dan a tu vida los may­o­res encantos y alegrías. ¡Dios, qué triste sería el mundo si Santa Claus no existiera! Sería tan triste como si no existieran Virginias. No existiría la fe infantil, ni la poesía, ni el romance para hacer esta existencia tolerable. No tendríamos alegría, excepto en los sentidos y en la vista. La luz con la cual la infancia llena el mundo se habría extinguido.

¡No creer en Santa Claus! Podrías del mismo modo no creer en las hadas. Podrías conseguir que tu padre contratara hombres que revisaran todas las chimeneas la noche de Navidad para atrapar a Santa Claus, pero, aun si no vieras a Santa Claus bajando por la chimenea, ¿qué probaría esto? Nadie ve a Santa Claus, pero eso no significa que Santa Claus no exista. Las cosas más reales en el mundo son aquellas que ni los niños ni los hombres pueden ver. ¿Has visto tú alguna vez a las hadas danzando sobre el césped? Claro que no, pero eso no es prueba de que no estén allí. Nadie puede concebir o imaginar todas las maravillas que no son ni vistas, ni visibles en el mundo.

Si rompes la sonaja de un niño pequeño podrás ver qué es lo que produce el ruido en su interior, pero hay un velo cubriendo el mundo invisible que no puede ser roto ni por el hombre más fuerte ni por la unión de la fuerza de todos los hombres más fuertes que hayan existido. Sólo la fe, la poesía, el amor, el romance pueden levantar ese velo y contemplar y describir la gloria y la belleza suprema que hay detrás. ¿Es eso real? Ah, Virginia, en todo el mundo no hay nada que sea más real y permanente. ¡Que no existe Santa Claus! Gracias a Dios, existe y existirá siempre. Dentro de mil años, Virginia, no, dentro de diez veces diez mil años, continuará haciendo feliz el corazón de los niños.

 

El fin de la historia

El editorial de Francis P. Church causó sensación y se transformó en uno de los más famosos que se hayan escrito. The New York Sun lo publicó anualmente antes de cada navidad, hasta 1949, cuando el periódico cerró.

Poco des­pués de la aparición del editorial, Church se casó, no tuvo hijos, y murió en abril de 1906.

En cuanto a la niña, Virginia O'Hanlon, creció, obtuvo el título de Bachiller en Bellas Artes en el Hunter College, a los 21 años de edad; al siguiente año logró la maestría, y en 1912 empezó su carrera como profesora, llegando a dirigir el sistema escolar de Nueva York. Se casó, transformándose en Virginia Douglas, y tuvo varios hijos. Tras 47 años como educadora se retiró, pero durante todo ese tiempo recibió una cantidad constante de cartas referidas a la carta sobre Santa Claus. Ella siempre contestaba a quienes le escribían enviándoles una bella copia del editorial de Church.

Virginia O'Hanlon Douglas murió el 13 de mayo de 1971, a los 81 años de edad, en una clínica de Valatie, Nueva York.

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